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Apuntar al blanco es una propuesta artística basada en la apropiación de los planteamientos de los que se sirve la conservación para extrapolarlos a la producción artística contemporánea.

El proyecto plantea un diálogo con el espacio de Tabacalera, pues se trata de un edificio histórico que data del siglo XVIII, utilizado como fábrica de tabaco hasta finales del siglo XX y que en la actualidad está destinado al desarrollo de exposiciones temporales. La singularidad de este espacio en relación al proyecto consiste en que en él, la labor de restauración se ha dejado a un lado en virtud del mantenimiento de sus valores especiales y constructivos tradicionales.
Apuntar al blanco pretende poner el punto de atención en las paredes interiores del edificio, de las cuales no se ha borrado huella alguna del transcurso del tiempo. Como si de una pintura mural se tratara se hace un intervención de reintegración pictórica sobre los "desconchones" que posee la pared, tomándolos o considerándolos como si se trataran de las lagunas pictóricas propias de la restauración de cuadros o pinturas murales.
Se entiende la laguna pictórica como un elemento que irrumpe en el tejido figurativo de la obra y se impone como figura en sí misma. La laguna, al igual que ocurre con las zonas blancas carentes de pintura de estas paredes, se instala como figura respecto a un fondo, pues tienen una forma y color que no se relación con la el contexto en el que se inscriben.
Para realizar la intervención se contó con dos conservadoras, encargadas de realizar la reintegración pictórica. Así mismo la instalación cuenta con los dispositivos clásicos expositivos de los que se sirven los museos como son hojas de sala y audioguías; en estas se recoge el informe de la intervención temporal de Restauración realizada  por Rosa Plaza Santiago (Conservadora-Restauradora de BBCC) en el edifico de Tabacalera de Madrid.

“Repetir es comportarse de una cierta manera, pero con respecto a algo único o singular que no tiene semejante o equivalente. Y, tal vez, esta repetición como conducta externa se hace eco, por su cuenta, de una vibración más secreta, de una repetición interior y más profunda en lo singular que la anima.” (1) 

 

Georges Perec emprende el agotamiento de la plaza Saint-Sulpice línea a línea, consignando mediante su escritura cada cosa que aparece ante sus ojos. Cada vez que la acción de una paloma, la trayectoria de un autobús, un telegrafista en bici o el color de una vestimenta, se traducen en palabra escrita, una línea trazada sobre la realidad que parece tachar la figura original. En Apuntar al blanco, Irma Álvarez-Laviada se acerca a los muros interiores de la Tabacalera como si fueran una pintura mural, de tal forma que, para la mirada atenta de la artista, los desconchones que presenta su superficie se convierten en lagunas pictóricas propias de la restauración de cuadros o pinturas murales, lagunas que muestran el yeso blanco bajo la pintura que va a reintegrar mediante la técnica del rayado (aquí mejor poner algo así como “mediante diferentes técnicas de reintegración” ya que además del rayado se aplican otras. Dentro de las técnicas tradicionales de restauración, la técnica del rayado “consiste en efectuar un rayado paralelo, uniforme y regular, que mediante el grosor, longitud y superposición de las líneas logra un acabado perceptible pero que no desmerece el efecto visual.”(2) Al igual que cada línea escrita por Perec no borra las figuras, sino que subraya la importancia de su fondo, el rayado con el que se restituye el muro, no hace tanto por camuflar la laguna como por convocar en el espacio el poder del blanco que habita en esos muros: un blanco que tenemos asociado a una idea de carencia de color, pero que tiene también la potencialidad de proyectarlos todos. Un blanco que permite ver que el espacio vacío está asociado a un no color en tanto lugar en el que no hay nada, pero donde todo puede ocurrir. (…) Es la idea de apuntar a esa parte de la materia que tiene un eco, y el espacio vacío es donde la materia encuentra ese eco , en un juego de presencias y ausencias…

 

(…) La forma en la que nos enfrentamos a ese muro como un fondo donde todo ha ocurrido, pero todo está aún por venir, nos hace ver que la percepción se aplica a cancelar todo lo disperso e injustificable, y que el fondo se caracteriza negativamente como algo incierto, indistinto o desarticulado. Pero el fondo al final no es un margen ni una periferia, sino un umbral que, en su ofrecerse, nos abre un pasaje a la densidad de las cosas. (…) El fondo como espacio donde todo está aún por venir y que obliga a pensar qué le pasa a la mirada en ese fondo, en un campo desarticulado y sin márgenes.

 

Mientras las técnicas de restitución pictórica de la laguna utilizan los métodos de la Gestalt y la psicología de la percepción para ocultar su propia presencia, su restitución y transformación en espacio escultórico que invita a ser contemplado devuelve la laguna a su sentido de vacío saturado de fondo (3). Esta contradicción a la que el visitante es sometido genera un desfase en su percepción, ralentizándola en cierta forma, convierte la instalación en dispositivo de escucha de un espacio-tiempo plural: un tiempo lento y la posibilidad, incluso, de no ver nada. ¿Qué pasa cuando no hay nada para ver? Ahí hay algo, pero ¿y si no? ¿Y si solamente miro el muro por una vez? 

 

Cuando miro el muro aparece un mundo. Y como escribe Paul Virilio en la cita que IAL sitúa como punto de partida del proyecto, “el campo de visión siempre ha sido comparable a un terreno de excavación arqueológica.” (4). El muro-mundo invita a adentrarse y desplazarse por él en una experiencia borgiana de mise en abyme en la que aparece un mundo (5) dentro de otro mundo dentro de otro mundo. (…) Como cuando en la Restauración te acercas a un fragmento de un cuadro, un fragmento aparentemente negro, por ejemplo, y de pronto aparecen ante ti unos colores increíbles. De repente ves un cuadro dentro de otro cuadro, como si fuera infinito. ¿Cuántas imágenes puede contener un cuadro? ¿Cuántas arquitecturas puede contener un muro? 

1. Gilles Deleuze, Diferencia y repetición (Buenos Aires: Amorrortu, 2009), 21.

2. Vicente Viñas y Ruth Viñas, Las técnicas tradicionales de restauración: un estudio del RAMP (Paris: UNESCO, 1988), 11.

3. “¿Por qué admitir la entrada en el arte de algo que no sea poesía, que es lo que entiendo por saturado?” Virginia Woolf, Diarios.

4. Paul Virilio, L’horizon négatif (Paris: Éditions Galilée, 1984), citado en Pedro Barateiro, The negative reader (Barcelona: Col·lecció MACBA. Centre d'Estudis i Documentació, 2012).

5. De esta forma, vemos como la mise en abyme, es un terreno también muy característico de la Restauración, una disciplina que habita en un extraño entre, implicada en el mundo del arte, pero también de la ciencia, de tal forma que si utiliza técnicas precisas que le permiten ver las huellas de los fantasmas necesita habitar al mismo tiempo en lo incierto, en la realidad de quien cree en los fantasmas. Así, mientras las técnicas de la restauración articulan el acceso a lo invisible, las estrategias del arte buscan convocarlo e implicarlo en una espacialidad viva, encarnar la imagen de su presencia.

 

Extracto del Texto Tentativas para agotar un espacio publicado con motivo de la exposición del mismo título realizada en Tabacalera promoción del arte de Madrid, 2017. Lucía Jalón, arquitecta y directora de la Escuela SUR 

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